Viajar es reiniciar, desaprender las estructuras tópicas para enfrentarse a las múltiples vidas que nos esperan en cada esquina, desierto u océano. Viajar es tocar la puerta de la aventura, de la incertidumbre y de las sorpresas. Entrar al mundo prohibido de las sensaciones, acariciar las diferencias y someterse a la eventualidad. Viajar es componer una melodía improvisada con infinitos instrumentos. Navegar por las aguas dulces de los lagos o por las olas saladas de los mares con lejanos horizontes. Viajar es volar por los cielos de los sueños, compartir tiempo, espacio y existencia con caras nuevas. Viajar es amigarse con la naturaleza. Comprender la perfección de la vida y alabar las coyunturas del azar. Viajar es jugar con la gravedad, hacer equilibrios con los elementos y valorar la libertad. Viajar es apreciar la sencillez y colorear los días con un tinte de alegría y positividad. Viajar es quebrar la coraza de los miedos y tejer la tela permeable de la valentía. Viajar es burlarse de las barreras de la iglesia, saltar los muros que se imponen a la independencia, saborear la brisa fresca que proporciona el movimiento. Viajar es tutear las ambiciones. Viajar es leer la partitura del tiempo y bailar al compás de la espontaneidad. Flotar en las nubes bajas y ver acontecer mil historias sin final. Viajar es transcurrir, alternar los llantos en soledad con las sonrisas compartidas. Combinar la fuerza, la inteligencia, la técnica y la energía. Viajar es canalizar, priorizar, decidir. Es amanecer cada mañana sin imposiciones. Viajar es una infinita combinación del abecedario. Es adiestrar los sentidos adormecidos, valorar los hechos sin interés y reconocer las verdaderas necesidades. Viajar es alinear las emociones, polinizando las ayudas para que germinen en otros territorios. Viajar es educar, instruirse. Es comprender la ligereza de los años y la volatilidad de nuestro paso. Viajar es pernoctar bajo las estrellas y olvidar las fechas estrictas de los calendarios. Viajar es escribir, imaginar. Viajar es anclarse unos días y sentirse como en casa. Es prever las intenciones, colarse entre las multitudes, o perderse en los grandes espacios. Viajar es un anhelo, una pasión, un verdadero cántico a la vida que combate cualquier discriminación.
Cambiar el estilo de vida confortable al que estamos sometidos desde que nacemos no es fácil. Requiere una renuncia a las comodidades, a las costumbres, a las bases sólidas a las que nos aferramos. Sólo un ímpetu interior, una necesidad existencial que nace de lo más profundo del ser, es capaz de romper con las cadenas que nos anclan a la rutina.